jueves, marzo 01, 2007

la noche que la conocí

Me la crucé por la noche. En realidad ese día no tenía intención de salir, pero un inesperado mensaje al móvil de remitente femenino combinado con el Rioja que regó mi cena desencadenaron en mi organismo las reacciones químicas necesarias para llenarme de optimismo.
El bar estaba a tope, y la chica de mi mensaje parecía embarcada en la labor de conocer a todo el mundo. Intuyendo una noche coñazo, decidí continuar la labor que el Rioja había iniciado, y me deslicé hasta la barra.
Estaba borracha cuando la vi, pretty borracha. Seguí sus pasos con la mirada mientras deseaba con todas mis fuerzas que nadie le ofreciese nada, que tuviese ella misma que ser quien se acercara a pedir una consumición. Pero enseguida mi gozo en un pozo. Un tío alto que parecía acompañarla, y de cuya presencia hasta el momento ni me había percatado (a pesar de los dos casi metros que debía levantar del suelo) tras cuchichear algo con ella, encaminó sus pasos en mi dirección, y por encima de mi cabeza pidió dos cervezas. Decidí en ese momento que era mejor perderme entre la gente, dejar que la multitud me arrastrase de un lugar a otro, mientras esperaba que algo pasara.
La noche se volvió larga y pegajosa, como las caras de la gente que con un par de besos me saludaba, o en ocasiones se presentaba. Y poco a poco me perdí entre los millones de estrategias que mi mente elaboró en busca de una excusa que permitiese un acercamiento para iniciar una conversación. Aturdida, dispersa, desesperanzada y sedienta, decidí que esa sería mi última copa, y por última vez me acerqué en la barra.
Desde siempre he sido invisible para los camareros, sin embargo esta vez no me importó, porque mientras esperaba que alguien me atendiera, ella se colocó a mi izquierda, billete en mano, dispuesta a arrebatarme el turno.
En realidad no sé muy bien cómo empezamos a hablar, supongo que me quejaría “tiernamente” (si es que algo tierno puede salir de mí) de que se “colara”. Qué pasó luego tampoco lo recuerdo, sólo sé que de pronto estaba colgada de mi brazo, tirando de mí, y diciéndome que ella lo liaba, pero había que ir fuera.
Fue el mejor porro de mi vida. Su sonrisa lo inundaba todo, y descargas de puro placer recorrían mi columna vertebral en sentido ascendente para morir en mi nuca, cada vez que su mano sujetaba mi antebrazo mientras hablaba. En algún momento regresé a mi infancia, fui pequeña otra vez, y encontré en sus ojos la certeza de que en la oscuridad no sólo había monstruos, sino también princesas.
La vuelta al interior del garito fue sofocante, me sentí como el nómada al que roban su oasis, para construir en él una gran ciudad. Voces, empujones, calor, mucho calor, y todo alrededor de mí de colores intensos, muy brillantes. Y de pronto negro, todo negro.
- Estás bien? Te vamos a llevar afuera.
- Estoy bien… estoy bien – repetí una y otra vez, mientras sentía cómo alguien me cogía por las axilas y me arrastraba hacia la puerta entre la gente del local.
Caras desconocidas fuera, chicos acercándome una silla y preguntando si me encontraba mejor.
- Estoy bien, en serio, estoy bien. No sé muy qué es lo que ha pasado, pero estoy bien.
Y su mano acercándome una coca cola, y su voz, lejana, vidriosa, tratando de explicarme que me había desmayado en el interior del local. Y mi cabeza intentando recordar algo, y mi mano derramando la coca cola que me había acercado.
Sin preguntarme donde vivía me cogió del brazo y me dijo que era mejor irse para casa, que tenía muy mala cara.
El trayecto caminado se me hizo eterno, y la lluvia y el frío, lejos de despejarme, sólo consiguieron congelarme. En algún punto del camino le pedí que parásemos, necesitaba llevarme las manos a la boca, calentarlas, las tenía heladas. Cariñosa me ofreció sus guantes, pero de puro dolor fui incapaz de ponérmelos.
En su casa no sé muy bien qué pasó, sólo sé que enseguida reconocí su habitación, y mientras ella cogía entre las suyas mis manos, besándolas, me tumbé sobre su cama, cerrando los ojos, y supongo que quedándome dormida.

El sentimiento de vergüenza de la mañana siguiente creo que es difícilmente descriptible. Como tampoco podría explicar cómo se encogió algo dentro de mí cuando en lugar de por mi nombre, me llamó Kansspel.

6 Comments:

Blogger La Maldita said...

Perfecto, perfecto, perfecto.
Ojalá no fueses tan vaga y escribieses más a menudo, porque todo lo que haces vale la pena!!!
Encantada con tu regreso.
Bicos

02 marzo, 2007 09:22  
Blogger Morgana said...

Eres la leche!! jajaja. qué bueno! A mí me gustaría mucho que alguna me conociera por Morgana; pero mucho, mucho.

Besos y sigue contándonos cosas...

03 marzo, 2007 02:31  
Blogger Mari Triqui said...

Joder Kansspel, qué bonito!
Sigue porfa... cuéntanos más...
Muchos besos volaos (en todas las direcciones)

03 marzo, 2007 09:08  
Anonymous Anónimo said...

Bueno , bueno, por lo que veo fue una borrachera gratificante, divertida y "muy tierna"..
Pero creo que debes seguir contando.
Saludos.

05 marzo, 2007 01:40  
Blogger Mármara said...

¿Vergüenza? Una cosa te digo, Kansspel, si estuviera segura de que me iba a pasar algo así, sería capaz hasta de fumarme un peta.
Y, estoy de acuerdo con Naranja: tienes que seguir contando.

12 marzo, 2007 22:37  
Blogger Laurópata said...

NIÑA! que gustazo leerte!!

22 marzo, 2007 19:07  

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