jueves, diciembre 14, 2006

De reencuentros

Ven aquí bandida, siempre terminas surgiendo cuando menos te espero, entre recuerdos. Tu escurridiza condición dificulta mis intentos de captura cuando reptas desde lo más profundo de mi dolor. Pero hoy soy red de nylon, esta mañana me he despertado con espíritu cazador, y aguardaré a que asomes entre las sombras de mi conciencia. Hoy te voy a mostrar en quién te has convertido, y después de que retires esta estúpida cota de malla, juntas limpiaremos la sangre reseca de mi pecho.

lunes, diciembre 11, 2006

Por ahí va, pavoneándose a su lado, mostrándola a los indiferentes transeúntes como si uno más de sus trofeos de ajedrez se tratase.
A lo lejos, oculta tras mi detectivesco disfraz, sigo sus pasos con la mirada. Trece años de ceguera matrimonial, mi regreso al mundo de la luz es hiriente hasta el desgarro.
Atónita descubro en mi pecho cómo el hilo del odio hilvana, mordaz, los jirones de un amor maltrecho. Un nube de tenebrosos deseos se forma en torno a mí, dificultándome la visión; veneno en cada gota de mi sangre… Y súbitamente estallo; caigo de rodillas al suelo, envuelta en llanto, impotente, burlada. Mientras, a lo lejos, su acompañante y él se pierden entre anónimos extras en la escena de mi desgracia.

jueves, diciembre 07, 2006

Ocupaciones

Ya no se le ocurría nada más que hacer aquella noche. Todo el trabajo había sido puesto al día, la habitación meticulosamente ordenada, la cena cocinada, servida e ingerida, y los cacharros ya reposaban en la alacena, limpios. La programación televisiva rehuía ser su aliada, y tras varios intentos en diversos canales terminó apagando el aparato considerablemente fastidiada. Desde las estanterías algunos libros susurraban su nombre; el que desde hacía un par de semanas ostentaba el trono de su mesilla casi lo gritaba. Pero aquella noche su cabeza no podía ampararse en el cobijo que las palabras le ofrecían, su capacidad de concentración se había evaporado. No le restaba, por tanto, más que irse para la cama y esperar que el sueño tejiese una telaraña y atrapase su cuerpo. Pero cada vez que giraba la cabeza hacia el colchón y las sábanas, el frío intenso de la nostalgia entumecía su cuerpo, dejándola casi sin respiración. Las sábanas, la almohada, el colchón,... todo olía a ella, todo gritaba su nombre. No podía más que girarse y pensar en otra cosa, antes de que las lágrimas asomasen...
Menos mal que recordó aquel juego de café de plata que su abuela le había dejado en herencia.

miércoles, diciembre 06, 2006

9:55 horas.
Sentada en su silla, con las manos cruzadas sobre el regazo y su impaciencia luchando contra la insolencia del tiempo, fija la mirada en el reloj de la pared del fondo, aguardando, nerviosa, que den las diez. No hay visitas hasta esa hora. Son las normas, inquebrantables incluso en días especiales como hoy.
Procura mostrarse serena, pero algo le bota en el pecho, y en sus vidriosos ojos puede reflejarse la emoción acumulada durante un eterno año.
Intuye sorpresas, y sonríe, pícara.
14:29 horas.
Continúa sentada, las manos cruzadas sobre el regazo, y un nudo en el pecho. Su intuición no le ha fallado; ha habido sorpresas. Con la voz quebrada pregunta a la enfermera la fecha, rezando haberse equivocado de día.

martes, diciembre 05, 2006

Tarde rara

Nada me hacía presagiar, cuando tomé la bicicleta a eso de las 8:30 de la tarde, que hoy el camino de vuelta a casa se vería interrumpido. Pedaleaba yo feliz, escuchando a Billy Joel y su Piano Man, pensando qué haría para cenar, y regocijándome en la destreza con la que ahora manejaba sin manos, cuando de pronto una explosión de luz cegó mi visión durante unos segundos. Como iba sin manos perdí el control de la bicicleta, la rueda delantera se giró, y me fui a caer entre unos arbustos. Maldiciendo traté de desenredar mis piernas del cuadro de la bicicleta, pero antes de que pudiera levantarme sentí una extraña presencia a mi espalda. Una mano de dedos largos y huesudos tiraba de mi chaqueta hacia arriba, tratando de descubrir mi piel. De un brinco me puse en pie, y traté de zafarme como pude del abrazo de aquel repugnante ser. Asustada comencé a golpearle, puñetazos y patadas (benditas Chirucas) volaron entre los arbustos. Hasta que el extraño cuerpo retrocedió en sus pasos, herido, hambriento, humillado, excitado. La época de celo había comenzado! Me subí a mi Mercury y huí del lugar, a todo pedalear, haciendo mi asma aflorar.
Al llegar a casa mi compañera de piso me preguntó si me había encontrado con los del control de luces de bicicletas…

domingo, diciembre 03, 2006

Peor que la mentira

Había descubierto que en la mayoría de los casos la verdad sólo acarreaba problemas, así que decidida se deslizó suavemente al universo paralelo de las mentiras:
-Estate quieta de una vez, deja a tu hermana tranquila.
-Yo no hago nada. (Mentira)
-Te digo que pares... como hagas que me levante...
-Es que empezó ella. (Mentira)
-Me da igual quien empezara. Déjala tranquila!
-Vale, ya voy. (Mentira)
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-¡Mira quien ha venido a verte! ¿No te hace ilusión?
-Sí. (Mentira)
-Me han dicho que ya has empezado primero, seguro que mami te compró una mochila muy bonita, ¿no?
-Sí. (Mentira)
-Ahora ya eres mayor, ¿tienes muchos amigos en el cole?
-Unos pocos. (Mentira)
-¿Quieres venir conmigo? Vamos a ver a unas niñas, es aquí al ladito...
-No sé... (Mentira)
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-Conozco un lugar mágico, ¿quieres que te lo enseñe?
-No, no hace falta. (Mentira)
-Verás, te va a encantar, pero será nuestro secreto.
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-¿Quién te ha hecho esto? ¿Qué, qué ha pasado? ¿Qué es esto? ¿Estás bien?
- ......
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Todavía no sabía que el silencio era peor que todas sus mentiras.

sábado, diciembre 02, 2006

El post de la discordia


Nos perdimos, cogidas de la mano, entre la gente del bar dirección a la salida. Todavía llevabas tu copa en la mano cuando las bajas temperaturas de la noche invernal nos golpearon la cara. Me pediste un segundo y te deslizaste de nuevo en el interior del local, para aparecer un instante después sin nada. En el brillo de tus ojos un matiz turbio me desconcertaba. Sostenía tu mirada con una quebradiza levedad que el aire entre nosotras respetaba. Mi discurso hecho jirones al tenerte cara a cara. Mis palabras no eran valientes así que mis manos, tercas y desobedientes se arrancaron con un suave movimiento que las sumergió bajo tu corto vestido. La calidez en la que se vieron envueltas las desconcertó y, por un instante, se sintieron libres y huérfanas. Tuve que serenarme, tomar aliento, volver a respirar, y logré recuperar un mínimo de poder sobre mis enviadas. Las hice ascender lentamente hasta que de pronto, el tacto de un frío metal convirtió en real una posibilidad que hasta ese momento, ni remotamente imaginaba. Me aparté, tus ojos estaban exaltados pero seguros y sin hablar me dejaste claro que si realizaba cualquier maniobra extraña la navaja tendría como destino mis entrañas. “Llévate lo que quieras, todo lo que tengo está en mi bolsillo, en los vaqueros”, susurré asustada. Los músculos de tu cara crearon un cínico rictus que logró enmudecer mi garganta. Atrapada, como una mosca que en su vuelo despistado cae en la tela de araña, fui víctima fácil que sintió en estado de parálisis, cómo el afilado acero se clavaba sobre su costado izquierdo.
Anoche suprimí mi blog.
Coste: todos mis post anteriores (con los correspondientes comentarios que tanta ilusión me hacían) esfumados, y la posibilidad de poner título en mis siguientes post inactivada.
Lo segundo supongo que es una barrera franqueable, cuestión de echarme mis minutillos delante del ordenador, lo primero tendré que conformarme con llevarlo en mi recuerdo.

La próxima vez trataré de ser menos impulsiva, y sacudirle a la luna con menos fuerza.

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